La Copa se mira y no se toca. Y el ganador tampoco se la queda. La tradición de que el seleccionado que ganara tres Mundiales se quedaría con ella ya es historia. El trofeo original ni siquiera es prestado por unos meses a la asociación ganadora para que la exhiba. El ganador del torneo sólo conserva una réplica bañada en oro.
En un congreso de la entidad madre del fútbol realizado el 28 de mayo de 1928 los dirigentes decidieron realizar una copa de oro para entregar al campeón del Mundial de Uruguay de 1930. El artesano francés Abel Lafleur fue contratado para realizarla. La pieza, tenía los brazos levantados, y sujeta una copa de forma octogonal. En la base de lapislázuli sobre el cual se incrustaron los nombres de los campeones en pequeñas placas. Medía unos 30 cm de altura y tenía 3,8 kilos de plata esterlina enchapada en oro y su peso total es de 4 kilos. En otro encuentro de la FIFA, desarrollado en 1946, los dirigentes decidieron bautizarla Jules Rimet, en honor al presidente que concretó el sueño de organizar un Mundial.
En esos tiempos, los directivos de todo el mundo tomaron una decisión clave: acordaron que si un seleccionado ganaba tres veces el certamen, la asociación o federación de la que formaba parte se quedaría con el trofeo para siempre. El primero y único en hacerlo fue Brasil que ganó los torneos de Suiza 1954, Suecia 1958 y México 1970. Pero el sueño de atesorarla para toda la vida quedó trunco.
Robos
La Jules Rimet fue deseada por los futbolistas de todos los tiempos, pero también por los delincuentes. Durante la Segunda Guerra Mundial, el vicepresidente de la FIFA Ottorino Barassi la escondió en una caja de zapatos en su casa de Roma para evitar que los Nazis, conocidos saqueadores de obras de arte, se quedaran con ella. La Copa fue robada en dos oportunidades y sólo en la primera pudo ser recuperada de una manera bastante particular.
Quedaban meses para que se disputara el Mundial de Inglaterra 1966. La FIFA les había prestado el trofeo a los organizadores para que lo exhibieran. El 20 de marzo de ese año fue sustraída del lugar donde pasaron miles de personas para observarla. A los pocos días, un hombre se contactó con los efectivos de Scotland Yard pidiendo un suculento rescate para devolverla. Acordaron un encuentro y allí fue detenido un ex militar cuya identidad se mantuvo en reserva hasta 2018: Sidney Cugullere. Pese a su arresto, la Jules Rimet no apareció.
La desesperación de los ingleses para salvarse del papelón internacional no paraba de crecer. El hallazgo de la copa no los salvó. El 27 de marzo, un buen hombre llamado David Corbett estaba paseando a su perro Pickles en unos jardines del sur de la capital inglesa. El can encontró la copa que estaba oculta entre unos arbustos. El animal se transformó en héroe nacional y de premio, una empresa de alimentos le dio comida hasta que murió.
El 19 de diciembre de 1983, Sergio Pereyra Ayres, José Luiz Vieira da Sila y el ex policía José Rocha Rivera ingresaron a la sede de la Confederación Brasileña de Fútbol y sustrajeron la Copa. A los días se la entregaron al reducidor de joyas argentino Juan Carlos Hernández que la terminó fundiendo.
Cómo cayeron los autores del robo también fue sorprendente. El ataque había sido organizado durante una partida de naipes en la que participaba Antonio Setta. Éste se había negado a participar por una sola razón: le parecía un insulto al pueblo brasileño y a su hermano que había fallecido de un paro cardíaco por celebrar el tercer título.
Setta los denunció y los cuatro hombres terminaron tras las rejas y a los meses quedaron en libertad. Recién en 1988 fueron juzgados. Los brasileños fueron condenados a ocho años por robo y, el argentino, tres por recibir un objeto sustraído. Ninguno de ellos cumplió su pena efectiva de forma inmediata, sin embargo, fueron atrapados a tiempo. Rocha Rivera fue asesinado en 1989, Da Silva fue encontrado tras una denuncia anónima en 1995, cumpliendo tres años de condena hasta obtener la libertad condicional y cuatro años después murió de un infarto. Hernández permaneció prófugo de la justicia hasta ser detenido en 1998 por tráfico de drogas. Nunca se supo de la suerte de Pereyra Ayres.
La sucesora
Al haber quedado en manos de Brasil, la FIFA llamó a una convocatoria de artistas para que diseñaran un nuevo trofeo. Se terminó imponiendo la idea del italiano Silvio Gazzaniga y la creación del mismo fue producida por GDE Bertoni. Mide 36.8 centímetros de altura y está hecho con 5 kilos de oro sólido de 18 quilates (con una pureza del 75%) y una base de 13 centímetros de diámetro con dos anillos concéntricos de malaquita. El trofeo, que pesa en total más de seis kilos, representa a dos figuras humanas recibiendo al planeta Tierra.
El trofeo, que fue levantado por primera vez por el capitán de Alemania en el Mundial de ese país en 1974, tiene algunas particularidades. No fue bautizada con el nombre de una persona, se llama simplemente Copa Mundial de la FIFA. Los nombres de los países ganadores están grabados en la base, por lo que no se los puede leer cuando está parada. Otra: los nombres están en el idioma original, es decir, aparecen Argentina, France y Deutschland. No se sabe qué ocurrirá cuando se acabe el espacio.
Las regulaciones de la FIFA establecen que este trofeo, a diferencia de su predecesor, no puede ser ganado definitivamente. Además, en contra de la creencia generalizada, el equipo campeón solo recibe la copa original durante su premiación en el estadio, pero no la mantiene durante cuatro años, sino que se le otorga una réplica (un trofeo con baño de oro, en lugar de uno de oro sólido) que puede conservar durante ese período y debe ser devuelta durante el sorteo del siguiente Mundial.
Con la Copa Mundial de la FIFA hay muchas anécdotas. Cuentan por ejemplo que en 2006, fue llevada de Suiza a Roma para realizar algunas refacciones. Fue semanas después de haber estado en manos italianas por tan solo unos pocos días. Fabio Cannavaro, el capitán del seleccionado, fue fotografiado sosteniendo un pedazo de malaquita que se había roto de la base. Autoridades sudafricanas confirmaron que en el Mundial 2010 habían intentado robarla, pero no consiguieron hacerlo. Por último, los directivos alemanes le informaron que sus jugadores, durante los festejos, también la habían dañado.